lunes, 26 de noviembre de 2012



Alteraciones emocionales en el trastorno por déficit de 
atención/hiperactividad: datos existentes y cuestiones abiertas


Los niños, adolescentes y adultos con TDAH tienen problemas en las habilidades que forman la competencia emocional: reconocimiento, regulación y expresión de las emociones. En relación con el primero, datos convergentes de distintas investigaciones indican que tanto los niños [24-27,29] como los adultos [28] con TDAH presentan importantes disfunciones en el reconocimiento de la información afectiva (p. ej., expresiones faciales emocionales y prosodia afectiva). Estas dificultades están presentes en los subtipos combinado [26,28,29] e hiperactivo-impulsivo [32], no existiendo datos en relación con el subtipo inatento. Algunos estudios han observado que las disfunciones detectadas en el reconocimiento emocional no están generadas por las deficiencias cognitivas características del trastorno (inatención, impulsividad), sino que constituyen un déficit primario[28,29]. El reciente estudio de Williams et al [34] sugiere por primera vez la presencia de anomalías neurales en el procesamiento emocional de los niños y adolescentes con TDAH y el posible beneficio del metilfenidato para normalizar dichas anomalías.
Por su parte, la regulación emocional se ha incluido en las teorías ejecutivas sobre el TDAH como un síntoma secundario originado por una disfunción primaria en los procesos de control inhibitorio [21]. Estos modelos han sido los más influyentes en la investigación realizada hasta el momento sobre los procesos de
regulación emocional en el TDAH. No obstante, distintos investigadores han evidenciado las dificultades de estas teorías para explicar la heterogeneidad sintomática del trastorno, en general, y
la dificultades motivacionales y emocionales, en particular. Por ello, recientemente se han propuesto distintos modelos multicausales que describen el TDAH como resultado de una serie de anomalías en los circuitos neurales subyacentes, por un lado, a los procesos de control cognitivo, y por otro, a los procesos afectivos
[47-49]. Hasta el momento sólo se dispone de datos conductuales que indican que tanto los niños como los adultos con TDAH muestran importantes dificultades para modular sus emociones,
especialmente cuando éstas son negativas [53-56]. Estos problemas están presentes en ausencia de trastornos comórbidos afectivos [41,55] y parecen estar principalmente ligados al subtipo
combinado [53,57]. El tratamiento farmacológico con metilfenidato y con atomoxetina ha demostrado mejorar el control emocional de los adultos con TDAH [38,41, 42], mientras que el beneficio del metilfenidato en niños todavía no es claro [55,63,65].
El conocimiento existente sobre las alteraciones emocionales en el TDAH sigue siendo limitado y quedan aún distintas cuestiones abiertas, especialmente en relación con las bases neurales que subyacen a estas disfunciones. A excepción del trabajo recientemente publicado por Williams et al [34], ninguno de los estudios revisados, tanto los relacionados con el reconocimiento emocional como los vinculados con la regulación y expresión de las emociones, ha complementado los datos conductuales con
medidas de actividad cerebral. Por tanto, en la actualidad, nuestro conocimiento sobre cuáles son los mecanismos neurales implicados en las disfunciones emocionales presentes en el TDAH
es escaso. Este déficit de datos resulta paradójico teniendo en cuenta la clara base neurobiológica del trastorno y el hecho de que algunas de las regiones cerebrales que parecen alterarse en el
TDAH, de acuerdo con diversos estudios hemodinámicos sobre las alteraciones cognitivas del trastorno [8-10], desempeñan un papel fundamental en el reconocimiento y en la regulación y expresión emocional (corteza cingulada anterior, corteza prefrontal dorsolateral y orbital, o caudado [66-71]). Asimismo, la evidencia científica también indica que las alteraciones en el sistema dopaminérgico, particularmente afectado en el TDAH [72, 73], se relacionan estrechamente no sólo con alteraciones motoras y
cognitivas, sino también con dificultades en distintos procesos emocionales y motivacionales [74,75]. Además, el importante papel de la dopamina en el procesamiento emocional se pone de
manifiesto gracias a distintos estudios hemodinámicos en los que se han observado cambios en la actividad de algunas regiones subcorticales, sobre todo de la amígdala, tras la administración
de terapias dopaminérgicas, tanto en sujetos sanos [76,77] como en pacientes con enfermedad de Parkinson [78]. En este sentido podríamos hipotetizar que, al menos parcialmente, las alteraciones en el procesamiento emocional en el TDAH se deben a una disfunción en el sistema dopaminérgico y, por ello, la administración de metilfenidato (un psicoestimulante que aumenta la concentración extracelular de dopamina) reduce las anomalías electrofisiológicas asociadas con dichas alteraciones [34].
Por otro lado, algunas cuestiones apenas se han explorado ni siquiera desde un punto de vista conductual. Con respecto al reconocimiento emocional, dos aspectos requieren una mayor atención: primero, valorar si las personas con TDAH del subtipo inatento tienen también una disfunción primaria en la identificación de los estímulos emocionales; segundo, estudiar los efectos de los distintos tratamientos farmacológicos y psicológicos sobre el reconocimiento emocional de los niños y adultos con TDAH.
Con respecto a la regulación y expresión emocionales, es necesario realizar estudios adicionales que cubran algunas lagunas importantes. En efecto, una primera cuestión reside en determinar si los problemas en la autorregulación emocional son exclusivos del subtipo combinado o si, por el contrario, están presentes en
todos los subtipos. En segundo lugar, todavía se desconocen losefectos de los tratamientos farmacológicos  metilfenidato, atomoxetina) sobre el control emocional de los niños y adolescentes con TDAH. Finalmente, se precisan nuevas investigaciones que exploren si la discapacidad en la regulación emocional afecta del
mismo modo a las emociones negativas que a las positivas. Esta revisión evidencia la necesidad de llevar a cabo nuevas investigaciones que aborden el estudio de las alteraciones emocionales en el TDAH utilizando para ello no sólo medidas conductuales, sino también de actividad cerebral (p. ej., actividad
electrofisiológica y hemodinámica). El empleo de distintas técnicas de estudio de la actividad cerebral, como los potenciales relacionados con eventos o la resonancia magnética funcional, será especialmente útil para comprender los mecanismos neurales que subyacen a las deficiencias emocionales observadas en
el TDAH y para valorar el efecto de los tratamientos farmacológicos sobre dichos mecanismos. Asimismo, esta revisión subraya la necesidad de evaluar la competencia emocional de los niños y adultos con TDAH en la práctica clínica y de entrenar estas habilidades con el objetivo de reducir las dificultades de identificación de las emociones de los demás y de aumentar el control emocional de las personas con TDAH.



http://www.pediatrasandalucia.org/docs/tdah/1_01_tdah.pdf

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